martes, 22 de noviembre de 2011

Cambio a Tuenti! :)

Ola Lector@s!
Os comunico un cambio vale? :)
A partir de ahora, los capítulos estarán en mi perfil de tuenti.
Forbbiden Kiss 
Un Besaazoo LL.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Capítulo IV

Especial agradecimiento para Sara Loves You, por aguantarme por las tardes y darme esas ideas :)

Bajaba las escaleras de tres en tres. Sin miedo a tropezar. Había algo dentro mí que hacía que estuviese corriendo como una loca tras él. Una parte de mi ser me decía que volviese, que retrocediese, y que me quedase en mi casa, observando tranquilamente desde mi terraza. Pero solo una mínima parte, ya que parecía que hablar con él y tocar su piel era tan necesario como respirar.  Frené para no chocar con Ana, una vecina que conocía por algunas actividades vecinales. Me saludó sorprendida y me dejó pasar. Eché a correr como si se me fuese la vida en ello. Atravesé el paseo caminando, esquivando a los turistas y a las parejas y grupos de amigos que habían salido a pasar un buen rato. Mis pies tocaron la arena. Me costaba más caminar, así que comencé a correr de nuevo. Él estaba paseando tranquilamente. Parecía absorto en sus pensamientos. En un movimiento inesperado, se dio la vuelta. Nuestros ojos se encontraron en una fracción de segundo. En ellos pude ver reflejadas tres emociones: primero alegría, después sorpresa y por último miedo. Él también comenzó a correr, pero en mi dirección opuesta. No daba crédito, pero no podía dejar que se me escapara. No volvería a tener una oportunidad como aquella,  por lo que  me esforcé en aumentar mi velocidad,  pero él  era muy rápido. Sentía que se me escapaba, que me dejaba sola. Un vació se apoderó de mí. Los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Cómo era posible albergar tantos sentimientos por una persona a la que no sabía si conocía realmente? Me dolía. Me dolía el hecho de que se fuese, de que se alejase de mí. Me dolía no saber qué le perturbaba, y como poder ayudarle a encontrar una solución. No podía dejar que se fuera así, sin más. Inconscientemente, alargué un brazo, como si fuera a tocarle. Las lágrimas se derramaron por mis mejillas y recordé. Recordé un nombre.
-         ¡Liam!- grité sorprendida. Él se paró en seco y, tras unos segundos,  bajó los brazos, algo que interpreté como un signo de sumisión.
Yo seguía corriendo. Los metros que nos separaban parecían interminables. Él se giró hacia mí. Cuando por fin llegué, alzo su mano y me acarició una mejilla. Una sonrisa pesarosa apareció en su rostro. Mi respiración entrecortada por el esfuerzo y las emociones irrumpía en el silencio de la noche. Bajó su mano derecha a mi cadera y me acercó a él con un movimiento tosco pero tierno. Parecía como si estuviésemos hechos a medida.Las lágrimas caían por mis mejillas sin saber cómo detenerlas. Liam (si ese era su verdadero nombre), se acercó a mi lentamente. Su cara estaba cada vez más cerca de la mía. A unos escasos centímetros. Sentía un hormigueo bajo la piel. Me ponía nerviosa. El corazón me latía muy deprisa. Algo en mi estómago cambió. Sentía esas “maripositas” que indicaban que me moría de ganas de besarle. El viento descolocó un mechón de su flequillo e involuntariamente alargué una mano para devolverlo a su sitio. Al rozar su piel, sentí un increíble anhelo, como si fuera mío, y una gran melancolía. Echaba de menos su tacto. Suave y abrasador. Liam se movió durante una fracción de segundo, acto que me sirvió para volver al presente. Para mirarle de nuevo, y sentir que era todo lo que necesitaba. Sin temor a las represalias y a lo que pasase después, me puse de puntillas. Él elevó sus manos hasta mis mejillas y me besó, me besó como nunca nadie lo había hecho. El rumor de los árboles aumentó a nuestro alrededor, y la humedad en el aire cambió. El fuego inundó mis venas, y comencé a notar las gotas de lluvia sobre mi piel. El sonido de un rayo nos sobresaltó, y alzamos la mirada de repente. Un árbol próximo a nosotros estaba ardiendo, impidiéndonos volver al paseo.
-         Noel, ven conmigo- Indicó, con voz autoritaria, pero a la vez protectora. Señaló al bosque, y no sé por qué, pero no dudé ni un instante de él, ni de mi seguridad a su lado.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Capítulo III

Dedicada a Miguel Gonda y a Adry Kayro, especialmente ;)

Me fui directamente a casa cuando acabaron las clases. No me encontraba con ánimos de entablar conversación con nadie. Me subí al coche y salí del aparcamiento antes de que se crease tráfico. Conduje hacia mi casa, pero no fui por la ciudad, como hacía normalmente. Escogí el camino de la costa a pesar de ser el más largo. No me vendría mal despejarme un poco. Después de una mañana agotadora, lo único que quería era tumbarme en mi cómodo sofá y relajarme comiendo regalices. Aparqué el coche en el parking y subí en el ascensor. No solía subir por las escaleras, ya que mi piso era un octavo. Entré en casa y dejé las llaves en el mueble del recibidor. Colgué el abrigo en el armario y dejé mi mochila en el suelo, al lado del sofá. Las paredes eran verdes y naranjas. El sillón era un ‘Chase long’ marrón y naranja. Había dos mesas, la pequeña tenía dos alturas y la grande era plegable. Las sillas eran marrones y naranjas  y la televisión era de plasma. También había una alfombra que cubría casi todo el salón. La cocina tenía  nevera, congelador, vitro cerámica, extractor, lavavajillas, microondas y un horno. Los muebles eran de madera y las paredes eran de color salmón. La ventana ocupaba casi toda una pared, donde había una mesa, también de madera. El baño pequeño, estaba al entrar por el pasillo a la izquierda. Había un plato de ducha con una mampara, el baño, un espejo y los muebles eran de color blanco. El otro baño estaba en mi habitación y todo era de color marrón y crema. Había una bañera con mampara y un bidé. Encima del lavamanos estaba el espejo y, a su alrededor, los muebles. Los armarios de las tres habitaciones estaban empotrados y eran de madera. La habitación pequeña era blanca y azul. Había tres estanterías, un escritorio, con una lámpara blanca y una silla azul y la ventana daba a la calle. Las cortinas y la alfombra eran de color marrón. La cama era pequeña y el edredón era a cuadros de distintos colores.  La otra habitación era amarilla y naranja. Todo era de madera, el escritorio, la lamparita, las estanterías, la silla y la mesita de noche, aunque tenían toques de esos dos colores. Una de las cortinas era naranja y la otra amarilla. La última habitación, al final del pasillo, era la mía. Estaba decorada con los colores blanco, negro y rojo. El armario era doble. La silla era roja y el escritorio de madera. Sobre él había una estantería rectangular bastante amplia. La cama era grande y  estaba pegada a la pared de la izquierda. El edredón era negro y blanco y los cojines rojos. Encima de la cabecera, había un cuadro. Era una rosa roja con el fondo negro. Las cortinas eran de color rojo. Todas las ventanas eran blancas. Por último, la terraza, que daba al mar. Se podía ver como las olas rompían en la orilla y al sol esconderse tras el agua. La mesa era de tablillas de madera y las sillas eran plegables. La lavadora estaba en un cuarto al que se accedía por la cocina. Me encantaba el piso. Cuando lo alquilé, escogí la habitación del fondo porque estaba decorada con mis tres colores favoritos y tenía baño. 
El sonido del viento llamó mi atención. Al parecer, se avecinaba una tormenta. Entré en la concina para prepararme un sándwich y conecté el ordenador para ver si tenía algún correo del laboratorio. Al terminar, fregué los platos y me fui a la terraza. Cogí una manta y me enrosqué en ella porque hacía frío. El viento hacía que las olas se sucediesen, cada una más grande, hasta romper en la orilla. Los árboles del bosque se movían violentamente de un lado a otro. Algo en aquel paisaje hizo que me acordase de él. De sus ojos. Negros y enigmáticos. Unas imágenes irrumpieron en mi mente. Una casa, antigua. Un salón formal. La chimenea encendida. Una inmensa biblioteca. Él apoyado en el alféizar de la ventana. Mirándome. El viento golpeó mi vaso de agua y se volcó. Eso hizo que volviese a la realidad. Suspiré. Entonces… ¿Le conocía? ¿No le conocía? No entendía nada… Estaba muy confundida cuándo vi una silueta caminando por la playa. Él, era él. Le reconocí, no sé como. Me levanté de la silla rápidamente, cogí las llaves y salí corriendo en dirección a la playa.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Capítulo II


Pedí mi tercer café de la mañana en la cafetería del instituto y me dirigí hacia la mesa en la que estaban sentados mis amigos.
-         ¡Eh atrapada!- Exclamó Adam- ¿Dónde está tu brillante mente ahora mismo?- Preguntó con una sonrisa. Adam era una de esas personas que hacen que te rías hasta en un funeral. Su pelo era castaño, pero con unos destellos rojizos cuando le daba el sol, y sus ojos verdes hacían un contraste perfecto. Eso, su altura y complexión física y su encanto natural hacía que tuviese muchas pretendientes tras su espalda-
-         No lo sé… Haciendo un poco de turismo supongo…-respondí sonriendo. Los demás también se rieron y aproveché para excusarme- Voy fuera a tomar un poco el aire, ¿Vale chicos?
-         ¡Claro!
Dejé atrás el hervidero de animadas conversaciones y me dirigí a la parte trasera del instituto. Salté la vaya que cortaba el paso y me adentré en el bosque. Tomando un atajo casi secreto, tardaría diez minutos aproximadamente en llegar a la playa, y otros diez para llegar a tiempo a clase, lo que me dejaban un total de veinte minutos para relajarme y aclarar mis ideas escuchando el rumor de las olas rompiendo contra la orilla.
Mientras caminaba, me llamó Alex. Acababa de salir de la residencia en la que estaba su abuela y volvía hacia el instituto. La madre de Alex, había decidido que su madre necesitaba unos cuidados que ellos en casa no podían proporcionarle, por lo que decidieron internarla, pero teniendo un régimen de visitas diario y, al menos una vez a la semana, se la llevaban a casa. Alex y su abuela estaban muy unidas, porque cuando ella era pequeña, su madre y su padre trabajaban, y era su abuela quien la cuidaba. Se me pasó el tiempo muy rápido ablando con ella, como siempre, y cuando colgamos ya estaba entrando en la playa. Me descalcé y di un respingo al apoyar los pies en el suelo. ¡La arena estaba fría! Sonreí. Si en algún momento necesitaba pensar, el sitio idóneo era, o la playa, o el bosque. Las nubes dejaban entrever levemente el faro. El agua cristalina se convertía en espuma al romper las olas en la orilla. El sonido del viento sobre el agua era algo mágico para mí.
-         A ver Noe- Me dije a mi misma- ¡Aclárate coño!
Suspiré. No estaba loca, ¿Verdad? Él estaba allí, conmigo. Era demasiado real como para ser un sueño. ¡Su olor estaba en mis sábanas!
Tras unos minutos analizando coherentemente la situación, decidí que no podía ser fruto de mi imaginación, por lo tanto, alguien entró en mi casa de madrugada. Alguien a quién yo conocía y que me conocía a mí. Le conocía, no sabía ni cómo ni cuándo ni porqué,  pero yo le conocía. Y tenía que encontrarle.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Capítulo I

Me desperté acolchada entre las suaves sábanas de mi cama. Me giré lentamente y le vi. Un chico, pálido. Su pelo oscuro caía sobre su frente formando una leve curva y sus ojos negros me miraban con ternura. Si, ya sé que tendría que haberme sobresaltado que un completo desconocido estuviese en mi cama de madrugada sin previa invitación, pero sentía como si lo conociese. Mis sentidos estaban nublados. Lo único que quería era abrazarle, que me diese calor, notar su aliento rozar mi piel… Sonrió, y se acercó a mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Él se paró en seco y me miró a los ojos. Una sonrisa involuntaria iluminó mi rostro. Él la correspondió y avanzó de nuevo. Sentí el aire frio cuando se metió en la cama. Se giró sobre su costado y alargó su mano derecha para acariciar mi mentón. Estaba helado, seguro que hacía mucho frío fuera. Sentí unas ganas aplastantes de abrazarle, pero pude contenerme. Deslizó su mano bajo las sábanas y me empujó hacia él. Su camiseta negra estaba fría, por lo que le abracé. Él giró a la izquierda, y quedé encima suya. Metió sus manos bajo mi pijama y me abrazó muy fuerte.
-          Parece que no puedo resistirme a ti eh?!-Dijo con una sonrisa, pero me pareció que había una nota de pesar en su voz.
-          ¿Cómo?-Pregunté sorprendida. ¿De que me hablaba? ¿Nos conocíamos?
Besó mi frente y se acurrucó en el hueco de mi garganta.

Los rayos del sol me despertaron. Me senté en la cama y me desperecé. Un fugaz recuerdo se asomó por mi mente. Él. No estaba. ¿Había sido un sueño? Recorrí la habitación con la mirada, buscando algún indicio de que no había sido un sueño. No podía ser… Había sido tan real… Me levanté y un olor despertó mis sentidos. Su olor. No, definitivamente no podía haber sido un sueño.